Hace unos días tuve ocasión de
escuchar una típica conversación de parque entre dos madres. Hablaban de
colegios; bueno, en realidad hablaban
del supuesto nivel académico de los colegios. Que si del colegio X salían muy
preparados, que si el colegio Y tenía unas medias en selectividad estupendas.
Que a ver si nos cogen en X o Y, porque luego ya se sabe lo importante que son
las notas para la selectividad… Me vuelvo y veo que el objeto de los desvelos
de ambas madres están bastante más interesados en intercambiar la pala roja por
el rastrillo verde (y a ser posible quedarse los dos) que por las notas de X o Y.
Probablemente a la inmensa
mayoría de la gente le resulte habitual e incluso normal la escena pero a mi me
pone los pelos de punta. Estamos hablando de niños de 3 años!!! Y para ver qué
colegio elegimos nos vamos a mirar las notas de Selectividad. Muy apropiado. Sobre todo teniendo en cuenta
que al ritmo que cambian las cosas en Educación hoy en día, a lo mejor cuando
toque que los dueños del rastrillo vayan a la universidad no importa la nota
que tengas sino lo que te puedas pagar.
No sé, quizá esté equivocada pero
yo veo las cosas tan diferentes… Siempre me ha pasado. Cuando llegó el momento
de que mi empanadilla A empezara el cole, nuestras inquietudes no eran qué
notas sacaban los niños al terminar, ni
si el nivel de Lengua era alto o no. He de reconocer que a veces sentía como me miraban no sé si como
a una extraterrestre o como a una madre desnaturalizada, porque no le daba importancia a ese tipo de baremos.
Siempre digo que lo importante es
un cole en el que tu hijo pueda ser feliz. Oye, quizá no lo consigamos, pero
desde luego hay que intentarlo. Pasan tantas horas allí, es tan importante su
primer contacto con el aprendizaje más “reglado” que ¿cómo puede ser que nos
preocupemos más del nivel de inglés que de cómo los tratan en el día a día?. En esta era en la que todos estamos tan
(sobre)cualificados, parece que los conocimientos puramente académicos priman
sobre todas las cosas.
Anécdota: para mi era crucial el
tema de cómo manejaban el control de esfínteres. Me parecía básico que no fuera
un cole en el que te llamaban para cambiar al niño, por ejemplo. O en el que
aunque los cambiaran de ropa en caso de escape, dieran por hecho que a esa edad
“ya tienen que controlar” y si no
incluso les riñeran. Mucha gente me comentaba eso de “bueno, pero eso es solo
el primer año, no es algo tan determinante”. Sin embargo, a mi me parece justo
lo contrario. ¿Cómo no va a marcar para siempre a un niño el que le dejen sin
cambiar mientras viene su mamá a cambiarlo? A veces, como son pequeños, se nos
olvida que sienten de manera inversamente proporcional a su tamaño.
No me importa si mi hija empieza
a leer con 4,5 o 6 años. Pero sí me importa que si hay alguna dificultad la
detecten a tiempo y podamos trabajarla en conjunto adaptándonos a ella. No me
importa si mi hija escribe ya su nombre o no. Pero si me importa que le haga
ilusión intentarlo. No me importa que mi hija no toque el violín. Pero si me
importa que le permitan desarrollar el gusto por la música . No me importa que
no sea bilingüe con 6 años. Pero si me importa mucho que adore a su profe de
inglés. No me importa que vuelvan ella y su ropa llena de pintura todos los
días; me encanta que experimente el gusto de pintar con las manos.
En definitiva no busco un lugar donde le enseñen muchas cosas a mi niña, sino un sitio en el que mi niña sea feliz aprendiendo a aprender