El otro día, tras
una jornada entera de parque al aire libre, mi hija me preguntó “¿Y esta tarde
donde vamos?”. Eran las siete y pico de la tarde así que me tocó explicarle que
a ningún sitio más, que ya nos íbamos a casa. Para ella, como habíamos salido
por la mañana y no habíamos vuelto a casa, seguía siendo por la mañana, o más
bien era un continuo…
Esta aparente
tontería me hizo reflexionar acerca del tiempo. O más bien, de la percepción
que tenemos del tiempo. Cuando eres pequeño los días son largos. Las estaciones
enormes y los años inmensos. Todo es grande, todo es eterno. Y queremos crecer,
y queremos que pasen las horas, los minutos, los días, los cursos escolares.
Para ser mayores, para ser grandes.
Los adultos
solemos presenciar esta prisa por que pase el tiempo con una mezcla de
nostalgia y condescendencia: “No tengas prisa por crecer” “Quien volviera a ser
niño”, etc.
Y, sin embargo,
seguimos viviendo igual. Parece que no hemos aprendido nada. Nos pasamos la
vida queriendo que acabe la jornada de trabajo, que llegue el fin de semana,
que llegue el puente en el que nos vamos a tal sitio, que llegue el verano, que
llegue…
Tenemos un bebé
en brazos y a menudo queremos que “empiece a hacer cositas”, que “empiece a
hablar” que “empiece a andar”, que “deje el pañal”, que “coma solo” que “duerma
solo” que… que pase el tiempo.
Y yo no hago más
que pensar. Que solo tenemos este tiempo. Es un tópico, pero es tan cierto:
esta hora no volverá. Tendrás otra, más feliz, menos feliz, más ocupada, más
relajada, pero será otra. Y a esta no podrás volver, aunque quieras. Y querrás,
seguro que querrás.
Tu hijo tendrá 1,
2, 10 años. Pero no volverá a tener la edad que tiene hoy, que tiene ahora, en
este momento. Yo lo pienso mientras duermo a mi hija mayor, cuando me entran
ganas de que duerma sola y poder irme al salón. ¿Cuántas veces echaré de menos
estos momentos junto a su cama en el futuro?
Y lo pienso
cuando me desespero mientras me despierto veinte veces por la noche con mi hija
pequeña. ¿Cuántas veces suspiraré por volver a pasar una sola de estas noches
sabiendo que ella está junto a mi, en mi cama?
Y cuando de
verdad lo pienso, en ese justo instante, estoy en paz con el momento y la
realidad que estoy viviendo. Y soy más feliz.
Jolin Aran, estoy sensiblona y tu reflexión me ha arrancado unas lagrimillas. Qué razón tienes, guapa, como siempre... para mí conocerte me ha aportado más que leerme el libro gordo de Petete. Eres la sensatez hecha persona y me siento tan afortunada de contarte entre mis amigas. Yo también caigo en esos mismos errores y hoy tras leerte espero ser más consciente del regalo que es la vida con lo que conlleva cada etapa. Un besote
ResponderEliminarEva guapa... que no quiero hacer llorar a nadie. No soy más sensata que nadie, es que le doy muchas vueltas a las cosas, y a veces, sólo a veces, parece que pienso algo con sentido ;) Un abrazo enorme
EliminarVivir el momento, que complicado y a la vez que sencillo...
ResponderEliminar¿Verdad? Lo maravilloso sería poder hacerlo de forma natural e instintiva, pero a menudo tenemos que obligarnos a hacerlo. Pero no perdamos la esperanza... Un besote
EliminarQue razón tienes.....a mi me gusta mucho lo que dice mi hermano cuando alguna vez hablamos del futuro, él siempre dice que lo que mas le gustaría es poder ser "dueño de su tiempo" y hacer en cada momento lo que desee hacer sin necesidad de estar siempre esperando "que llegue el final de la jornada o el próximo puente o las vacaciones o....
ResponderEliminarLuzarn que bonita frase, y que gran verdad, "ser dueño de tu tiempo". Si, creo que al final se resume en eso. O más bien en sentirnos dueños de nuestro tiempo. Porque siempre habrá algo que no nos guste hacer en el momento, pero no hay que perder de vista que ese momento no se va a repetir... y se puede sacar lo mejor de él, no crees?
ResponderEliminarGracias por comentar, un besote