lunes, 9 de abril de 2012

El tiempo


El otro día, tras una jornada entera de parque al aire libre, mi hija me preguntó “¿Y esta tarde donde vamos?”. Eran las siete y pico de la tarde así que me tocó explicarle que a ningún sitio más, que ya nos íbamos a casa. Para ella, como habíamos salido por la mañana y no habíamos vuelto a casa, seguía siendo por la mañana, o más bien era un continuo…

Esta aparente tontería me hizo reflexionar acerca del tiempo. O más bien, de la percepción que tenemos del tiempo. Cuando eres pequeño los días son largos. Las estaciones enormes y los años inmensos. Todo es grande, todo es eterno. Y queremos crecer, y queremos que pasen las horas, los minutos, los días, los cursos escolares. Para ser mayores, para ser grandes.

Los adultos solemos presenciar esta prisa por que pase el tiempo con una mezcla de nostalgia y condescendencia: “No tengas prisa por crecer” “Quien volviera a ser niño”, etc.

Y, sin embargo, seguimos viviendo igual. Parece que no hemos aprendido nada. Nos pasamos la vida queriendo que acabe la jornada de trabajo, que llegue el fin de semana, que llegue el puente en el que nos vamos a tal sitio, que llegue el verano, que llegue…
Tenemos un bebé en brazos y a menudo queremos que “empiece a hacer cositas”, que “empiece a hablar” que “empiece a andar”, que “deje el pañal”, que “coma solo” que “duerma solo” que… que pase el tiempo.

Y yo no hago más que pensar. Que solo tenemos este tiempo. Es un tópico, pero es tan cierto: esta hora no volverá. Tendrás otra, más feliz, menos feliz, más ocupada, más relajada, pero será otra. Y a esta no podrás volver, aunque quieras. Y querrás, seguro que querrás.

Tu hijo tendrá 1, 2, 10 años. Pero no volverá a tener la edad que tiene hoy, que tiene ahora, en este momento. Yo lo pienso mientras duermo a mi hija mayor, cuando me entran ganas de que duerma sola y poder irme al salón. ¿Cuántas veces echaré de menos estos momentos junto a su cama en el futuro?

Y lo pienso cuando me desespero mientras me despierto veinte veces por la noche con mi hija pequeña. ¿Cuántas veces suspiraré por volver a pasar una sola de estas noches sabiendo que ella está junto a mi, en mi cama?

Y cuando de verdad lo pienso, en ese justo instante, estoy en paz con el momento y la realidad que estoy viviendo. Y soy más feliz.